El teatro trae de regreso a Miguel Ángel Solá. El actor que protagoniza El veneno del teatro se presenta este fin de semana en la Ciudad de las Artes con la obra producida por Lino Patalano y un conjunto de empresarios españoles. Solá accedió a esta entrevista con VOS vía correo electrónico.
"Quedó Lino al frente de la compañía en cuanto salimos en gira, afrontando él todos los gastos. Y Daniel (Freire, el otro actor) y yo intentamos, con nuestras posibilidades, llenar los teatros para que no pierda un centavo, porque su actitud ha sido de verdadero valiente. Confía mucho en el espectáculo. Sabe que es bueno y repite constantemente lo que ve: gente de pie y vivando el trabajo", comenta Miguel Ángel.
-¿Cómo fue el encuentro entre obra, director y su compañero de elenco?
-Quizás el método no haya sido el ideal para un actor de mis características, que busca sin ataduras y en plena libertad (ese juego que me he pasado jugando 25 años con Manuel González Gil en Mosqueteros; Hoy: El Diario de Adán y Eva, de Mark Twain, entre otros), pero Mario (Gas) consiguió su objetivo con una puesta limpia y vibrante con una obra difícil de catalogar, huidiza, viboreante...
La obra los reunió por primera vez. "Freire fue una sorpresa anunciada, porque ya lo había visto en dos trabajos de teatro excepcionales (Bent y Mercado Libre). Es un actor que no deja resquicio a la mediocridad, pone todo, lucha hasta el último segundo; da placer ser su compañero, te revitaliza la ilusión. A Mario le había visto muy buenas puestas; la última, Follies, era colosal", asegura Solá.
-¿Qué reflexión hace sobre el vínculo de poder que establecen los personajes?
-Que no hay que meter la nariz por más que el queso huela bien. El poder es el poder, no se lo puede doblegar a cara descubierta. Mejor decir que no se lo puede doblegar, para que no se sepa que uno tiene la aspiración de hacerlo a cara encubierta. No dije nada. No dije ni siquiera esto último. No dije.
-¿Sintió alguna vez el efecto de ese veneno?
-Sí. Siempre jugué en desventaja. Siempre creí que bastaba la honestidad, pero no, la vida ha dicho siempre no. Me han cagado de lo lindo infinidad de veces. Y no es cuestión de hacer experiencia o no hacerla. Las cartas siempre están marcadas y uno está obligado a jugar. Y a perder. Siento nostalgia de eso que nunca ocurrió: poder con el poder. La única herencia que recibí de mis padres tuvo forma de convicciones que ellos no pudieron cumplir, porque a la larga se desesperaron. Yo resisto todavía. Quizás me toque desesperarme, no todavía. Queda un trecho. Viene una nueva hija. Hay un nuevo amor, hermoso amor. Y queda la resistencia de la mala salud de hierro que me acompaña, pero me acompaña.
-¿Se ha sentido alguna vez manipulado en su profesión?
-Sí. Y con su pan se lo coman. Quisieron de mí lo que nunca tendrán. En última instancia, siempre pienso como mi madre: "La libertad no es un concepto, Miguel, es un útil (un escenario, un micrófono, una cámara, tu mano de escribir). No la menciones si no vas a desenfundarla. Te queda otro recurso, hijo: cagarte de hambre. También se resiste eso". Lo he probado: es verdad.
-El modo de representación que implica "El veneno...", ¿está jaqueado por nuevas tendencias actorales?
-No. En el arte de actuar, el que más sabe, sabe un poco. Las nuevas tendencias actorales son 'escapismos momentáneos\' a lo ya creado. En última instancia el teatro es un@ señor@ que moviliza a otr@ señor@ hacia ciertas emociones, ciertos pensamientos, ciertas preguntas que aparecen porque sí.
Memoria de un país
-¿Este regreso es el reencuentro con el público argentino?
-Ojalá, pero creo que la gente está volcada a conocer el futuro, no en mi presente que ya es pasado por tanto tiempo de no estar. Nadie me debe fidelidad. Sólo yo.
-¿Hay planes al respecto?
-No puedo siquiera pensar en tener planes de ese tipo. Lo que tengo son dos hijas, que, aunque quisieran, no podrían seguirme por sus edades. Y ahora viene otra. Y con lo que puedo llegar a ganar acá, no me daría para mantenerlas. Nunca he sido un actor mediático, y por eso, mis contratos no han sido de grandes cifras. Y tampoco he trabajado con tanta continuidad.
-La última vez que hablamos, antes de emigrar, estaba muy enojado y dolido con nuestro país.
-Con el país verdadero nunca estuve dolido. El país me dio todo lo que tengo hoy en cuanto a formación. Ni me regaló, ni me obligó a nada. Pero, con el país virtual que muchos se creyeron y compraron, ¿cómo no estarlo? Imagine que tiene una hija de dos años con tres amenazas de muerte "anónimas", en período "democrático", porque su papá tiene la mala costumbre de desenfundar su libertad cuando lo siente. ¿No esperaría cierta ayuda, al menos de las libertades que siempre ayudó a construir? Mi país lo tengo y llevo dentro. Y, cada vez que me dan un premio, o una crítica habla de mi trabajo, dicen el calificativo que corresponde a la opinión que le merezco a quien escribe, seguido de "actor argentino", y yo siento el cosquilleo aquí. Mi país verdad no me ha enojado nunca, pero me ha parecido un desperdicio en ciertas manos, que siempre he mencionado con nombres y apellidos concretos. Esos no son el país, sino sus verdugos.
Miguel Ángel analiza aquel momento: "La década del ‘90 fue la continuidad y culminación del golpe cívico-militar que desmembró al país. Si 10 mil australes valían un dólar, un dólar jamás podía llegar a valer un peso, a menos que se rematara la tierra y la identidad de país que no pudimos o no supimos defender. Mi sentimiento no ha variado, no me importa sacrificar mi comodidad por el país, así vengan degollando. Lo que ocurre es que ya lo haría por inercia, no por creer en mis probabilidades".
Solá continuará el resto del año con la obra en España. "Y la serie que Canal 7 pronto va a emitir sobre los últimos años de vida de Germán Oesterheld, que tuve el honor de interpretar. Eso es todo. La gente dirá si es algo", concluye el actor.
Un misterioso personaje de excéntricas costumbres (Solá), invita a su residencia al actor Gabriel de Beaumont (Freire) para ofrecerle una obra de su autoría, que trata sobre la muerte de Sócrates. Pronto descubrirá el actor que se trata de una trampa para someterlo a un cruel experimento sobre realidad, ficción y representación, llevadas al extremo.
El veneno del teatro
Drama. Autor: Rodolf Sirera. Versión de José M. Rodríguez Méndez. Dirección: Mario Gas. Con Miguel Ángel Solá y Daniel Freire. Viernes a las 22; sábado a las 21.30; domingo a las 20 en la Sala Mayor de la Ciudad de las Artes. Entradas: $ 180, $ 200 y $ 230. Por Autoentrada.