Al momento de la charla, la imaginación dice que Ana Belén está sentada sobre su cama en una elegante suite de un hotel porteño, con sus piernas cruzadas y tomando el auricular con pocos dedos. La actriz y cantante española, de gira con su compañero de siempre, Víctor Manuel, ha sabido canonizarse como una dama estilizada y sexy, a la que cuesta asociarle un pasado de lucha política y resistencia contra el autoritarismo. Acaso se la tenga más por lo que sugiere su filmografía (qué perturbadora La pasión turca, por favor) o por el modo sugerente con el que, en su momento, se acercó a Lorca.
Más allá de cómo se reciba su imagen, ella misma se apresura a definirse: "Siempre me he sentido muy libre, pero al mismo tiempo he vivido muchas situaciones al lado de los cantautores. Me he nutrido de ellos, y me consideran de los suyos. Entonces, diría que soy una cantante pop preocupada por lo que ocurre alrededor. Vivo con un cantautor. Así que por más ligera que intente ser, entiendo muy bien al personaje trovadoresco".
Con este trazado de coordenadas, Ana Belén se sitúa en el medio de los extremos musicales que España siempre acercó a Latinoamérica: por un lado, los cantantes testimoniales que intentan dar cuenta de un momento histórico con gestos de regionalismo; y por otro, una cantidad inabarcable de vocalistas ligeros dispuesto a surfear toda ola que la industria proponga. Como sea, en gratitud a esos creadores que la impulsaron a encontrar su eje interpretativo, Ana Belén acaba de publicar un disco con título algo exagerado, A los hombres que amé, donde recrea a Aute, Serrat, Sabina, José Alfredo Jiménez, Kiko Veneno, Fito Páez, León Gieco y, por supuesto, Víctor Manuel.
"Todos han sido muy importantes y decisivos. Los cantantes e intérpretes dependemos mucho del repertorio que tengamos. Y ese repertorio, a su vez, depende de la inspiración de compositores. Y he tenido la suerte de que artistas de ese tipo, verdaderamente geniales, fueran generosos conmigo y me regalaran sus creaciones. Y sé que están felices de que yo las haya grabado".
-¿Cómo evitar la tentación de la literalidad, de hacer las canciones al carbónico?
-A ver, si trabajas en equipo, no te puedes limitar a que te presenten las canciones, hacerles unos pocos arreglos y tú cantarlos como un papagallo, ¿no? En este caso, hay una relación y un compromiso enorme. Sobre todo, porque el productor (David San José) es hijo mío. Me conoce muy bien, lleva tiempo colaborando conmigo, actuando en directo, incluso. Él conocía algunas canciones; otras no, para él fueron un descubrimiento absoluto. Por supuesto, cada vez que daba un paso, me lo comentaba. Es un hombre muy pausado, muy tranquilo, algo que me viene muy bien, dado mi carácter. Con respecto a los autores, han confiado en mi punto de vista, como así lo hicieron en el pasado. Sabían que no iba a traicionarles.
-¿Traicionarlos?
-Lo digo en el sentido de que sabía que respetaría el espíritu de cada canción. Traté de darle mi enfoque porque... Porque soy mujer, vamos.
-Ahora gira con su compañero y años atrás lo hizo con él y otros amigos más con el espectáculo "El gusto es nuestro". ¿Cómo se arma una lista de canciones en la previa teniendo tanto material disponible?
-Eso es terrible, hacer el repertorio... Empiezas, crees que llegas a buen puerto, y caes en la cuenta que el espectáculo que has pensado dura cuatro horas. Entonces hay que limar, y te entra un dolor horroroso. Ahora mismo en España estoy haciendo conciertos con el material del nuevo disco y otro de siempre. Cantas tú solo, y estáis en las 20 y tantas canciones, dos horas. Y ahora que somos dos, cada uno tiene que meter las que considera que deben ir, además de las que queremos cantar juntos, que no son muchas, pero que deben tener su lugar. Es un dolor, porque tienes que desechar algunas, y sientes que te equivocas. Cuesta mucho. Sobre todo en el caso de Víctor, que tiene tantísimas canciones.
-Lo ideal es el equilibrio entre atender el propio capricho y las necesidades del público.
-Claro. Hay que darle a la gente cosas que tú saber que ella quiere oír. Yo, como consumidora de música, sé qué canciones quiero escuchar de ciertos artistas. Y las quiero escuchar siempre. Me pongo en lugar de los espectadores. Pero están las canciones que tú quieres hacer, porque te gusta interpretarlas, porque te despiertan algo especial que otras no. Se trata de encontrar ese equilibrio, tienes razón.
La historia de la Ana Belén cantante tiene un movimiento en zigzag del que Víctor Manuel es una figura decisiva. La revisa ella misma: "Yo empecé como cantante. A los 13 años grabé mi primer disco, cuando niña. Eso me llevó a entrar en el cine, para hacer una película de aquellas que se hacían con un niño cantante. Horrorosa, por cierto. Después de aquello, al entrar a la adolescencia dejé de cantar, y me puse a estudiar teatro".
"A los 15 ya estaba estudiando teatro... Vamos, a los 15 ya estaba arriba de un escenario desenvolviéndome como actriz. Con lo cual, pasaron unos años sin hacer música hasta que conocí a Víctor. Pues sí, antes de eso estaba mi guitarra y solía cantar con mis compañeros de actuación, pero me había desvinculado del mundo musical si es que estaba inmiscuida en él. Porque a los 13, ni siquiera hueles de qué va todo. Cuando conocí a Víctor me empezó a sacar los miedos, compuso canciones especialmente para mí y entonces sí, me convertí en cantante profesional", redondea. Y cuando se le insinúa readaptar el refrán y plantear "detrás de una gran mujer siempre hay un gran hombre", Ana Belén repentiza y corrige: "A mi lado hay un gran hombre".
-Hay una fantasía en torno a las giras que se pulverizan si éstas se afrontan con tu pareja. ¿Cuándo les asoma el tedio cuando están en la ruta con Víctor?
-La verdad es difícil que nos inunda el tedio como dices porque no solemos salir a cantar juntos. Excepcionalmente lo hacemos, como en este caso, que pensamos que es más fácil y cómodo girar en conjunto. Lo cierto es que, normalmente, trabajamos por nuestra cuenta. Yo, de hecho, estoy de gira por España absolutamente sola. Desde marzo del año pasado. E hice otra gira anterior con una pianista clásica con la que mezclaba poesía y música. Me muevo sola, hago giras teatrales por las mías. Nos damos suficiente aire. Cuando cantamos juntos es porque lo hemos decidido, no condicionados por alguna situación.
-Cuando uno investiga acerca de sus carreras, se impone el ítem político: que han resistido al franquismo, que fueron fundamentales en la transición y demás. ¿Es exagerado plantear que están vivos de milagro?
-Es exagerado. En mi caso, sólo he vivido lo que me ha tocado vivir. Soy una persona de mi tiempo. ¿Franquismo? Pues claro, franquismo. Pero no soy especialmente valiente, lo que sucede es que como todos los de mi generación (generaciones anteriores la tuvieron más jodido, incluso) hemos vivido lo que nos ha tocado, empujando para que las cosas cambiaran. Cada uno lo hizo en la medida que lo ha considerado posible. Insisto, no me veo especialmente valiente.
-¿Militante?
-Militante de la vida, de la solidaridad, de creer en la gente. La gente tiene potencial.
-¿Acaso forman parte de la progresía artística que se opone al conservadurismo del PP?
-Formamos parte de una gran masa de ciudadanos que protesta porque está indignada. En un país que basa todo en recortar, no hay posibilidades de crecimiento. La ciudadanía está asfixiada. Y ante eso, te posicionas al lado de la gente. De los trabajadores sanitarios, sobre todo. Yo particularmente defiendo fuerte el libre acceso a un sistema de salud. No hay que dar un paso atrás. Nunca. Sobre todo en cosas que han costado conseguir, que significaron la vida de mucha gente, incluso.
El show
Ana Belén y Víctor Manuel se presentan esta noche a las 21.30 en el Orfeo Superdomo (Cardeñosa 3450). Entradas. Pista: $ 632, $ 517, $ 402. Sector Rojo: $ 575, $ 402, $ 287, $ 230. en Tiendas Vesta de Dinosaurio Mall.