Puede que la voz que cruza el atlántico esté todavía más cascada y áspera que en 1986, pero es la misma que propició uno de los actos de ratoneo cinematográfico más reproducidos desde entonces: el de Kim Basinger y su striptease a contraluz para Micky Rourke en Nueve semanas y media. Joe Cocker no estaba físicamente en esa escena, pero sonaba You can leave your hat on, indeleble himno a la seducción que le valió un baño de masividad comparable al que había tenido en 1969, cuando se convirtió en una de las imágenes más fuertes de la multitudinaria fiesta hippie que resultó ser el festival de Woodstock.
Con 68 años a cuestas, hoy Cocker reconoce que aquél show que cerró con With a little help from my friends hizo que todo se precipitara más rápido, y aunque no tiene recuerdos demasiado claros de la década siguiente, él sobrevivió (nota mental: chequear cuántos de los artistas que tocaron en ese Woodstock siguen vivos), sigue de gira y editando discos como Hard knocks, de este año, mientras prepara otro para septiembre. "El mundo es un lugar muy distinto al que era entonces, pero estoy seguro de que necesita rock and roll ahora tanto como antes, sin dudas", será su justificación a esa hiperactividad.
“¿Jubilarme? Lo he pensado, aunque no exactamente de ese modo. El año pasado hicimos 64 shows en muy poco tiempo, así que les dije a mis representantes que aflojaran un poco. Ahora estoy terminando otro disco para este año, haciendo un par de presentaciones en Europa y Sudamérica, pero nada demasiado exigente ni agotador. Tampoco me gusta la idea de una gira de despedida, conozco artistas que lo hacen y un par de años después están arrepentidos y con energía para seguir. Así que supongo que es mejor hacerlo hasta que pueda, como una especie de desvanecimiento”, razona el viejo Joe.
-De todos modos, seguro que en 1969 no pensabas seguir en la ruta a esta edad.
-Es gracioso, porque recuerdo que a mis cuarenta había mucha gente que me aconsejaba que dejara de cantar, sobre todo por la vida que estaba llevando. Ciertamente no imaginaba estar cantando, todavía a esta edad, pero de algún modo siento que soy parte de los sobrevivientes de los agitados años sesenta. Somos casi como los artistas de jazz, que sobrevivieron a la década de 1930.
-¿Cómo te llevás con el éxito de tus hits? ¿Sentís que eclipsan el resto de lo que hiciste?
-Bien. Eso hace que todavía signifiquemos algo, porque hay una atracción que se mantiene a partir de las canciones. A esta altura, las que yo grabé han estado sonando por cuatro o cinco décadas y eso se nota cuando empiezo a cantar You can leave yor hat on o Unchain my heart. Miro a la audiencia e instantáneamente hay algo que los recorre y se levantan, el reconocimiento es instantáneo. Solía pensar "ok, no voy a poder tocar las mismas canciones por siempre", ahora no me importa. Es como entrar en el living de mi casa. Además, yo puedo cantar las nuevas y seguramente va a estar todo bien, pero en el fondo, todos van a mis shows a escuchar los éxitos.
-A la vuelta de los años ¿Cómo recordás Woodstock?
-Como un gran cambio, aunque no podría decir cuando ocurrió. De crecer en Sheffield y tocar en pubs y bares, a Woodstock… man, eso hizo que de golpe todo fueran flores, paz, amor y vida hippie… y drogas. Había muchas drogas a disposición de un chico como yo, que no había tomado más que cervezas desde sus veinte, por eso es que no tengo mucha noción de lo que pasó por esos días. De alguna manera, desde entonces he estado tratando de volver a tomar control de mi vida.
-Esos son los golpes duros (Hard knocks) de los que hablás en tu nuevo disco…
-Si te ponés a pensar en todas las cosas que atravesé… quiero decir, todo el mundo sabe que tuve problemas muy serios con el alcohol y todo eso. Ahora hace diez u once años que no bebo ni una gota, y me siento bien. Disfruto mucho más estar arriba de un escenario, estoy mucho más articulado, más fluido en lo que hago. Lo único que resulta triste es haberme perdido tanto de mi propia vida por estar extremadamente borracho. Pero bueno, supongo que es el precio a pagar por tanto agite, porque tampoco voy a decir que no me divertí en esos años.
-Sos de Sheffield, una ciudad de la que salieron unos cuantos músicos
-Si, Human League, ABC…
-Arctic Monkeys
-Ah, sí, los Arctic Monkeys, aunque no los conozco. Sabés que no voy muy seguido por allá, sobre todo desde que murieron mis padres. Supongo que ir a Sheffield es meterme en problemas, porque mis antiguos amigos de bares y copas saldrían de cada esquina. Nunca hay que olvidar el lugar del que uno viene, dicen, y yo no lo hago. Sólo que prefiero mantener el recuerdo en espíritu para no volver a las andadas.