Una vuelta a las raíces, un homenaje al paisaje campestre, al estilo de aquellos hombres rudos con la mirada perdida en la pampa. El estilo gaucho que cada tanto la moda recupera para los primeros planos, encuentra en el Festival de Jesús María una pasarela a cielo abierto para que se muestre.
Alpargatas de todos los colores (muy pocas originales, con suela de yute) y bombachas de gaucho con el último botón abierto sobre el tobillo hacen la marca de la cada velada. Y cuando apura la madrugada, pasan al frente el poncho y la manta.
Daniela (23) estudia Relaciones Públicas en Córdoba y es una de las chicas del staff del fernet que auspicia la doma. En esta ocasión, le incorporó a su look un pañuelo de pintas negras y blancas y un sombrero de paño verde. "Me lo prestó un amigo gaucho", dice.
Es que los sombreros merecen una mirada aparte. En las tribunas, el muestrario incluye los de ala ancha, rígidos, de cuero, de rafia, de paño, con pañuelos, cintas y presillas. Son, claramente, el accesorio que completa cualquier postal de moda que quiera evocar el estilo rural. Sólo pueden ser reemplazados por las boinas, que también son furor entre el público femenino y masculino. Tanto, que el puesto oficial de artículos del Festival quedó con las estanterías vacías.
"Había de varios colores, a $ 280, pero no nos quedó ni una", dice una de las empleadas. Según cuenta, también se venden muy bien las bombachas unisex de gabardina que llevan bordado el logo del Festival (a $ 180), las ruanas (en promedio, $ 350) y las fajas tramadas con motivos pampa, desde $ 30.
Por supuesto, los accesorios tienen al cuero como protagonista, en cinturones, fajas, cordones para colgantes, muñequeras y pasapañuelos. Combinados con alpaca, piedras o apliques de astas, resultan en verdaderas joyas para vestir.
En los stands de adentro del anfiteatro, se pueden comprar cinturones desde $ 80, los más rústicos, de cuero curtido a la sal, afeitado o teñido naturalmente con distintos taninos. Pero también se ofrecen cinturones de $ 450, con lonjas pespunteadas y bordadas exquisitamente.
Cecilia Segovia (24) es de las que cultiva el estilo rural de nacimiento. Viene de la provincia de Buenos Aires y, además de ser profesora de folklore, relata jineteadas, una actividad que conoce desde la infancia, cuando su abuelo ganaba campeonatos. Su estampa es femenina y sensual, y para una fiesta como esta, prefiere la falda larga y elegante a la bombacha gaucha, que tranquilamente viste en la ciudad de La Plata para ir, por ejemplo, a las clases de la Facultad de Historia.
"Siempre uso pañuelos, de seda, en tonos suaves, lisos con flores muy delicadas. Puede ir tendido o volcado, pero siempre femenino. Debo tener unos 30", comenta.